- Lisa Vincent Psicologia
¡Elimina el diálogo interno negativo!

Cada uno de nosotros mantenemos un diálogo interno y nos decimos cosas igual que realizamos con los demás como, por ejemplo, “qué bien que me ha salido”, “la próxima vez tendré que estar más despierto”, “es la última vez que me pasa esto”... Además de hablarnos a nosotros mismos, nos dirigimos gestos y sensaciones tal y como ocurre en las relaciones con los demás. De esta manera, así como es importante cuidar la forma en la que hablamos y tratamos a nuestros seres queridos, también lo es cuidar nuestro diálogo interior, pues el tipo de diálogo interior que tengamos tendrá una repercusión directa en nuestra autoestima y en la forma en que nos enfrentamos a las situaciones.
Hablamos con nosotros mismos aproximadamente catorce horas al día, mientras conducimos el coche, cuando estamos trabajando, comiendo, hablando, escuchando o incluso durmiendo. Pero, sorprendentemente, varias investigaciones han demostrado que más del 80% de este diálogo interno de la mayoría de las personas es negativo, pesimista y contraproducente.
¿Te has fijado en cómo te hablas?
Es posible que ante un fracaso hayas caído en decirte cosas tales como: "soy un desastre", "no sirvo para esto", "es que soy imbécil", "todo lo hago mal", "siempre me equivoco", "nunca lo voy a conseguir". La verdad, es que es muy habitual que las personas nos fustiguemos y nos castiguemos cuando nos equivocamos o hacemos algo mal, pero ¿qué conseguimos diciéndonos todo esto, qué efecto tienen estas palabras en nosotros? Seguramente, al decirnos este tipo de cosas nos sintamos mal, desanimados, tristes, frustrados, enfadados y, muy probablemente, no nos ayude a enfrentar la situación de la mejor manera.

Tomando conciencia del diálogo interior
Es posible que pienses que es normal que, ante este tipo de situaciones en las que sentimos que hemos fallado o que hemos fracasado, nos digamos estas cosas. Pero vamos a enfocarlo de otra forma para lograr otro punto de vista.
Imaginemos a una persona que ha suspendido el examen de conducir por tercera vez. Ante esta situación, esta persona se dice a sí misma:
" He vuelto a suspender el examen. No me lo voy a sacar nunca. Soy un inútil. No sé para qué me presento. ¡Es que soy tonto!".
De nuevo, podemos pensar que es normal que piense todo esto porque es la tercera vez que suspende.
Ahora, imaginemos que esto le ocurre a alguien a quién queremos mucho. Esta persona, a la que tanto queremos, nos viene triste y decepcionada a contarnos lo que le ha ocurrido; ha suspendido por tercera el examen de conducir. Ante esta situación, le decimos lo siguiente:
"Has vuelto a suspender. No te lo vas a sacar nunca. Eres un inútil. No sé para qué te presentas . ¡Es que eres tonto!".
¿Cómo se va a sentir esta persona si le decimos todo esto? ¿En qué le va a ayudar? Pues, seguramente la acabaríamos por hundir más y le ayudaría a creer en todas esas cosas que ella misma se dice. Sería casi impensable que le dijéramos algo así a alguien a quién queremos, en una situación desfavorable para ella.
¿Qué le podríamos decir para ayudarle o consolarla?
"Quien la sigue la consigue; no pasa nada, la próxima vez te lo sacas; que hayas suspendido no quiere decir que seas un inútil; claro que te lo vas a sacar; no eres tonto por haber suspendido el examen y lo sabes; etc."
¿Por qué a esa persona a la que quieres no le dirías todas esas cosas y, en cambio, a ti sí? A caso, ¿tú te lo mereces? Piensa que, igual que estas palabras tendrían un efecto muy negativo en esa otra persona, decírtelas a ti mismo también lo tiene.
El diálogo interno positivo tiene efectos positivos
El tener un diálogo interno positivo hará que seamos personas con una buena autoconfianza y predisposición a la hora de afrontar algún problema o situación, mientras que si hacemos lo contrario nuestra confianza será baja y afrontaremos cada problema o situación esperando lo peor o no explotando de la mejor manera el momento adecuado para lograr el éxito.
Un buen diálogo interno llevará a una alta autoestima, mientras que un mal diálogo interno provocará falta de confianza en sí mismo y sus posteriores consecuencias.
Afortunadamente, se puede cambiar el diálogo interno negativo a pensamientos positivos y realistas
La mayor parte de este diálogo interno ocurre entre preguntas y respuestas. La clave está en aprender a formular las preguntas adecuadas que nos puedan ayudar a evaluar y a comprender cualquier situación que estemos viviendo, siempre en función de nuestro beneficio porque, dependiendo de cómo formulemos dicha pregunta, podrá ser beneficiosa o no.
1. Formula las preguntas correctas: analiza cualquier situación que se te presente realizando las preguntas correctas que te ayuden a obtener mayor control sobre la situación que estés viviendo. Puedes apuntar las preguntas en un lugar que tengas siempre a mano para saber qué preguntas puedes formularte y no te tome desprevenido.
Las preguntas son:
¿Qué puedo aprender de esta situación?
¿Cómo puedo utilizar esta caída para mejorar mi vida?
¿Qué puedo sacar de esta situación para que me ayude a mejorar mi vida?
¿Qué nuevas oportunidades me ofrece el tropiezo que acabo de sufrir?
¿Dónde estuvo el error exactamente y que puedo aprender para evitar volver a cometerlo?
Evita a toda costa hacerte estas tres preguntas vagas: “¿por qué a mi?”, “¿por qué yo?”, “¿qué hago?”. A preguntas vagas, respuestas vagas. La clave está en que seas más objetivo y creativo y te hagas preguntas que te ayuden a crecer y a convertir la caída en una experiencia de la cual puedas aprender.
Veamos un ejemplo:
Si te preguntas “¿por qué todo me sale mal?”, sólo conseguirás que tu cerebro asuma que realmente todo te sale mal y la única respuesta que puede darte es que “todo te sale mal porque eres un fracasado y no sirves para nada”.
Imagínate, ¿cómo te hace sentir la respuesta que tu mente te ha dado? ¿Mejor o peor? Peor, ¿verdad? ¿Te da alguna idea para solucionar tu problema? No, por supuesto. ¿Te impulsa a asumir el control de la situación o, por el contrario, te hace sentir incapaz?
Si quieres que las cosas te salgan como tú quieres, la pregunta que debes hacerte es: “¿qué puedo hacer la próxima vez para obtener un mejor resultado y lograr lo que quiero?”.
¿Comprendes la diferencia?
2. Trabaja tus pensamientos y creencias: para tener una mayor claridad mental, puedes escribir las preguntas en una hoja y, a medida que tu mente vaya analizando la situación y te vaya proporcionando respuestas, escríbelas para evitar que se te olviden y las puedas entender mejor para solucionar lo que deseas.
3. Sigue el camino que te señalen tus emociones: lo que te quiero decir con esto es que las respuestas a las preguntas que te haces siempre te tienen que generar alguna emoción o algún sentimiento positivo que te impulse a continuar el camino hacia tus objetivos o a solucionar lo que te esté ocurriendo.
Haz de tu mente tu mejor aliada
De ahora en adelante, cuida tu diálogo interno en lugar de hacerte preguntas debilitantes como “¿por qué esto siempre me pasa a mí?”, “¿por qué me pasa esto si no me lo merezco?”, “¿por qué nunca lo consigo?”. Y también, reemplaza las afirmaciones negativas que sólo te sabotean, te desarman y te limitan, como por ejemplo: “nadie me quiere”, “no le importo a nadie”, “soy un fracasado”, “nunca me tienen en cuenta”, “siempre me toca lo peor”.
Al contrario, usa un diálogo interno positivo y mantén afirmaciones positivas. Formula preguntas que te fortalezcan y que te ayuden a avanzar. Cuando se te venga un afirmación negativa, inmediatamente hazte un pregunta que te ayude a cambiar esa percepción para mejorar.
Recuerda que tu diálogo interno influye en ti y te afecta mucho más de lo que imaginas. Está en tus manos usarlo cómo una herramienta para crear oportunidades y estar mejor contigo mismo, o al contrario, como un arma de autosabotaje en tu vida y de creación de limitaciones.
Todo depende de ti.
Fuentes de la imágenes:
2. Te hablas o te clavas aguijones
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